Más que una espera
No sé cómo será donde tú vives, pero, en mi caso, cuando tengo que llamar para que reparen un artefacto en mi casa, la empresa dice algo así: «El técnico estará allí entre la una y las cinco de la tarde». Como no sé cuándo va a llegar exactamente, lo único que puedo hacer es esperar.
¿Hay esperanza?
Estaba sentada al lado de la tumba de mi padre, esperando con mi familia que comenzara la sepultura privada de mi madre. El encargado del funeral llevaba la urna con las cenizas de ella. Yo tenía el corazón adormecido y la mente nublada. ¿Cómo podré enfrentar la pérdida de los dos en un lapso de solo tres meses? En medio de mi dolor, me sentía vacía, sola y con pocas esperanzas de poder enfrentar el futuro sin ellos.
Tal como soy
Recuerdos agradables inundaban mi mente mientras asistía a un concierto. El líder del grupo acababa de anunciar la próxima canción: «Tal como soy». Recordé cuando, años atrás, al terminar de predicar, el pastor de mi iglesia invitaba a las personas a pasar al frente para recibir a Cristo como Salvador, mientras nosotros cantábamos ese himno.
La preocupación enseña
Una amiga me dio un vaso grande de agua y me dijo que lo sostuviera. A medida que el tiempo pasaba, pesaba cada vez más. Finalmente, se me cansó la mano y tuve que apoyarlo en algo. Ella señaló: «He aprendido que la preocupación es como sostener ese vaso. Cuanto más me preocupo por algo, más me agobian los miedos».
Roca sólida
Fue un triste día de mayo del 2003, cuando «El viejo de la montaña» se desprendió y se deslizó por la ladera. Este perfil de 12 metros del rostro de un anciano, esculpido por la naturaleza en una cadena montañosa de Estados Unidos, había sido durante mucho tiempo una atracción para los turistas, una presencia sólida para los habitantes del lugar y el emblema oficial del lugar donde se encontraba. Nathaniel Hawthorne se refirió a ese sitio en su cuento titulado El gran rostro de piedra.
Anclas en la tormenta
Cuando Matías y Julieta intentaron llevar su velero a una ensenada durante el huracán Sandy, el barco encalló. Mientras las olas los golpeaban, arrojaron rápidamente el ancla. Esto mantuvo el velero en su lugar hasta que llegó el rescate. Dijeron que si no hubieran tirado el ancla, habrían perdido el barco. Sin esta herramienta, las olas lo habrían estrellado contra la costa.
«Si quieres»
Melina quería que su papá la ayudara, pero le daba miedo preguntarle. Sabía que cuando él trabajaba en su computadora, no quería que lo interrumpieran. «Quizás se enoje conmigo», pensó, así que no le preguntó.
Todo tipo de ayuda
Después de un tiroteo en una escuela primaria, donde murieron varios niños, muchas personas se sintieron impulsadas a ayudar. Algunas donaron sangre para los heridos, otras ofrecieron a los colaboradores almuerzos y café sin cargo en sus restaurantes. Algunas escribían cartas de consuelo o simplemente abrazaban a los afectados. Enviaban dinero y ositos de regalo para los niños u ofrecían consejos. La gente encontraba maneras de servir según su personalidad, capacidad y recursos.
Frutillas por doquier
Poco después de que mi esposo y yo nos mudamos a nuestra nueva casa, un hombre dejó un cajón de frutillas en la acera del frente. Le había puesto una nota donde decía que quería que la compartiéramos con los vecinos. Sus intenciones eran buenas, pero unos niños descubrieron el cajón antes que nadie y decidieron hacer una fiesta arrojándose frutillas junto a nuestra casa blanca. Cuando volvimos, vimos que unos muchachitos conocidos nos miraban desde detrás de una cerca. Habían «regresado a la escena del crimen», para ver cómo reaccionábamos ante semejante caos. Podríamos simplemente haberlo limpiado, pero para restaurar nuestra relación, nos pareció importante hablar con ellos y pedirles que nos ayudaran a quitar las manchas de frutilla.
Esperar…
Día tras día y durante años, Enrique le hablaba al Señor de su preocupación por su yerno Juan, el cual se había alejado de Dios. Pero, al tiempo, Enrique murió. Meses más tarde, Juan volvió al Señor. Cuando su suegra le dijo que Enrique había orado por él todos los días, Juan respondió: «Esperé demasiado». No obstante, ella replicó gozosa: «El Señor sigue contestando las oraciones que él hizo durante su vida terrenal».